2022-07-28 17:03:35
La Civilización Occidental, y sólo la Civilización Occidental, ha encontrado una forma de equilibrar la creencia religiosa con la razón humana.
El equilibrio funciona de la siguiente manera: la tradición judeocristiana enseña que Dios creó un universo ordenado, y que tenemos la obligación de intentar mejorar el mundo. Esto nos da un propósito y sugiere que la historia se mueve hacia adelante.
La mayoría de las religiones paganas enseñaban lo opuesto: que el universo es ilógico y aleatorio, y que la historia es cíclica. La historia simplemente se repite sin fin. En tal caso, ¿por qué deberíamos innovar o crear algo nuevo?
En segundo lugar, la tradición judeocristiana enseña que todo ser humano es creado a imagen de Dios. Esto significa que la vida de cada individuo es infinitamente valiosa.
Esto nos parece evidente ahora, pero es sólo porque hemos vivido con esta creencia por mucho tiempo. La creencia mucho más natural es que los fuertes deben subyugar a los débiles, que es exactamente lo que la gente hizo en casi todas las civilizaciones de la historia. Únicamente al reconocer lo divino en los demás logramos superar ese pensamiento amoral y preocuparnos por los derechos humanos, la democracia y la libre empresa que caracterizan Occidente.
Pero la religión judeocristiana por sí sola no construyó nuestra civilización actual.
También necesitamos la razón griega para aprender de la observación objetiva: que el hombre tiene la capacidad de buscar respuestas más allá de la revelación. La razón griega nos brindó la noción de la ley natural: la idea de que podemos descubrir el propósito natural, el “telos”, de todo en la creación mirando su índole. Los seres humanos fueron creados con la capacidad única de razonar. Por lo tanto, nuestro “telo” es razonar.
Al investigar la razón con tanto ahínco, el pensamiento griego se volvió integral para la misión occidental. En ningún lado esto se expresa más perfectamente que en la Revolución Estadounidense, en la que los Padres Fundadores tomaron lo mejor de la Ilustración Europea con sus raíces en el pensamiento griego, y lo mejor de la práctica judeocristiana con sus raíces en la Biblia, y lo combinaron para formar una filosofía política completamente nueva.
Sin los valores judeocristianos, caemos en el materialismo científico: la creencia de que la materia física es la única realidad y, por lo tanto, también en el nihilismo: la creencia de que la vida no tiene sentido y que no somos más que polvo estelar en un universo frío.
Sin la razón griega, caemos en el fanatismo: la creencia de que la adhesión fundamentalista a principios incomprobables es el único camino para conseguir el sentido.
La Unión Soviética, la China comunista y otras tiranías socialistas rechazaron la fe y asesinaron a 100 millones de personas en el siglo XX.
Gran parte del mundo musulmán actual ha adoptado la fe, pero ha rechazado la razón. Es necesario notar que cuando el mundo musulmán adoptó la razón, entre los siglos VIII y XIV, fue un centro protagónico para el avance científico.
Así que, reitero, necesitamos ambas. Jerusalén y Atenas. Revelación y Razón.
Y aun así, muchos quieren rechazar ambas. Esas personas se hacen llamar “progresistas”. Irónicamente, pretenden hacernos retroceder a una época en la que el hombre no se regía ni por la razón ni por la fe, sino por sentimientos y, por lo tanto, a un tiempo de caos moral y desorden en el que los sentimientos están antes que los hechos.
Sería un error fatal seguir a los “progresistas”.
Quédate con Atenas y Jerusalén.
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