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'LA GLORIA DE CRISTO' (por John Owen) Capítulo 5 LA GLORIA D | ɾҽվ ժҽ ɾҽվҽՏ👑🔥

"LA GLORIA DE CRISTO"
(por John Owen)

Capítulo 5
LA GLORIA DE CRISTO COMO MEDIADOR:
II.- SU AMOR
Hay muchas Escrituras que se refieren al amor de Cristo. Por ejemplo, "el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál.2:20); "en esto hemos conocido el amor, en que El puso su vida por nosotros..." (1 Jn.3:16); "Al que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre" (Apo.l:5).
La parte más brillante de la gloria divina es su amor.
En el amor no hay temor, sino que todo es atractivo y consolador.
Cristo llegó a ser un mediador debido al amor del Padre quien escogió salvar a un incontable número de personas a través de la sangre derramada de Cristo y la santificación por el Espíritu (Vea 2 Tes.2:13-16; Ef.l:4-9 y 1 Pel:2). La elección revela la gloria de la naturaleza divina, la cual es amor. Porque Dios es amor, cualquier comunicación que hace a su pueblo tiene que ser en amor (1 Jn.4:8-9,16). El amor de Dios es el fundamento de nuestra redención y salvación. La elección es un acto eterno de la voluntad de Dios y por lo tanto, no puede estar basada en ninguna cosa ajena a El mismo. No había nada en los elegidos que motivara a Dios a amarlos. Nosotros no hicimos nada para persuadir a Dios a escogernos. Cualquier bondad en la criatura
es el efecto del amor de Dios (Vea Ef.l:4). El amor divino es la fuente eterna de la cual la Iglesia recibe su vida mediante Cristo.
Es por medio de muchos actos de amor que la elección es llevada a su propósito haciendo una realidad la salvación de todos aquellos que Dios escogió salvar. Fue debido a que Dios escogió salvar a un pueblo de esta raza pecaminosa, que el oficio de Cristo como mediador fue necesario. También fue debido a que el Hijo de Dios nos amaba que estuvo dispuesto a ser nuestro mediador y realizar todo el propósito del amor del Padre.
Para entender mejor el amor de Cristo por los elegidos, debemos notar los siguientes puntos:
1. El número total de los elegidos eran criaturas hechas a la imagen de Dios.
2. De esta condición, cayeron en pecado y en un estado de enemistad contra Dios. Esto trajo sobre ellos toda la miseria y tristeza que el pecado ocasiona, no sólo en esta vida sino
también en la venidera.
3. Pero a pesar de esta terrible catástrofe, existía la posibilidad de restaurar nuestra naturaleza a su estado original, a un estado de comunión con Dios.
4. Entonces, el primer acto de amor de Cristo hacia los elegidos fue de compasión y de misericordia. Una criatura hecha en la imagen de Dios pero caída en miseria y no obstante, capaz de ser restaurada, es verdaderamente un objeto de la compasión y misericordia divinas. Pero no puede haber ninguna compasión y misericordia hacia aquellos que nunca pueden ser restaurados.
Entonces, el Señor Jesucristo no tuvo compasión ni misericordia de los ángeles caídos porque su naturaleza no podía ser
restaurada (vea Heb.2:14-16).
5. El segundo acto del amor de Cristo hacia los elegidos fue el de deleitarse en ellos y en la posibilidad de su salvación. Cristo se deleitaba en hacerse responsable por la salvación de ellos y en traer la gloria a Dios por esta salvación.
6. Pero, alguien pudiera preguntar ¿Porqué Cristo, quien es bendito eternamente y suficiente en sí mismo se preocupó tanto por nuestra condición perdida y desamparada? ¿Qué fue lo que le motivó a tener compasión y misericordia de nosotros? No fue porque viera algo bueno en nosotros, sino simple y
sencillamente por el amor infinito y la bondad de su propia naturaleza (Ti.3:5).
7. Su voluntad dispuesta en ser nuestro mediador y su deleite en salvarnos no fueron disminuidos por el conocimiento de las grandes dificultades que tendría que enfrentar. La salvación de los elegidos le involucraría en grandes dificultades y pruebas.
Para la naturaleza divina no hay nada difícil ni gravoso, pero Cristo tendría que enfrentar estas dificultades en una naturaleza humana. Para salvarnos, Cristo tendría que perseverar hasta que su alma fuera entristecida hasta la muerte. Para salvarnos de la ira y la justicia