2021-03-21 17:33:14
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*NO RENUNCIES*
(Dt. 34:10–11)
Por: Virgen Arelis Peña Leyva
Jonh Maxwell, en su libro “Actitud de vencedor” comenta: “Unos años atrás, hablando en Dallas, hice una encuesta entre líderes de iglesias, preguntándoles: ‘¿Qué es lo que les impide hacer una gran obra para Dios?’ La respuesta general fue: ‘El temor al fracaso’”. Precisamente, al abordar el tema, Maxwell cita, como ejemplo de hombres que experimentaron fracasos, al italiano Enrique Caruso, quien al presentar su solicitud para aprender canto, el maestro, en forma de burla, le dijo que su voz sonaba como el viento que silbaba por la ventana. Sin embargo, la mordaz apreciación no enfrió el ánimo del joven Caruso, esquivó la embestida del fracaso y, sin renunciar a sus anhelos, continuó resuelto su carrera hasta sentarse en el trono de la fama cuando lo nombraron el cantante más popular en cualquier género musical, en las dos primeras décadas del siglo veinte, y uno de los precursores de la música grabada. Su gran éxito discográfico y su voz prodigiosa, lo convirtieron en el tenor más famoso del mundo en la historia de la ópera. Moraleja: El fracaso es parte del proceso para llegar a la meta, por tanto, no renuncies.
Antes de responder afirmativamente al llamado singular de Dios, Moisés, como hombre común, sintió en su interior la dolorosa mordida del temor al fracaso. El miedo a fallar, al ridículo, a la insuficiencia, a la caída, lo paralizaron. De manera que, cinco veces consecutivas, expuso sus razones humanas para evadir la comisión y el compromiso de liderar al pueblo de Israel. Todavía un poco vacilante se encaminó hacia Egipto, y ante el fracaso aparente en su primer encuentro con faraón, sus reclamos a Dios no se hicieron esperar: “¿Por qué me enviaste?” (Éx. 5:22). Moisés ignoraba que este primer intento fallido era también el primer paso para llegar con éxito a la meta. A pesar de sus flaquezas (Éx. 6:12), Moisés continuó, con la ayuda de Dios, su tarea sin rendirse, terminando su carrera, como uno de los más grandes líderes de la historia del pueblo de Israel. Después de su muerte, la Biblia declara que “nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra” (Dt. 34:10–11).
Como Moisés, una vez más que otra, nos hemos cobijado bajo la sombra de la incapacidad e insuficiencia para evadir ciertos compromisos para los que nos sentimos ajenos, inadecuados, pequeños y tan incómodos como el que se viste con una talla inexacta. En el fondo, sólo tememos al fracaso. Contrastamos la inmensidad de la tarea con nuestras áreas débiles y terminamos renunciando, malográndose el fruto de lo que pudo ser una gran obra para la extensión del reino de Dios. Es propio de la naturaleza humana vacilar ante ciertos desafíos y olvidarse que Dios conoce y trabaja tanto con las fortalezas como con las debilidades. Él a todo le saca provecho. Por tanto, si es Dios, el que te pide realizar alguna encomienda, al igual que hizo con Moisés hará contigo. No te dejará solo; sino que trabajará a tu lado. Desarrollará en ti nuevas habilidades. Y se encargará de proveer la ayuda oportuna para calzar tus fragilidades. Permítele a Dios obrar a través de tus limitaciones, y verás grandes resultados. Simplemente, no renuncies.
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